Una gran oportunidad para Costa Rica
El Presidente Trump está en pie de lucha con la Universidad de Harvard, mi alma mater. Con otras universidades también. Entre las medidas que está tomando, está la de prohibirle a Harvard que matricule estudiantes de otros países y negarles la visa de estudiante.
Esto desconcertó a una gran cantidad de estudiantes de diferentes nacionalidades, que actualmente estudian o pensaban estudiar en los Estados Unidos. Y por qué no ofrecerles que vengan a estudiar a nuestro país? Si actuamos con visión, agilidad y audacia, esta medida del Presidente Trump puede convertirse en una plataforma para catapultar a Costa Rica como un destino académico global, atractivo, sostenible y de alta calidad.
El transformar una crisis ajena en una oportunidad propia
Estados Unidos y Europa llevan décadas promoviendo el intercambio académico como parte esencial de la formación universitaria. Millones de estudiantes cruzan fronteras cada año para estudiar un semestre, un año, o incluso toda una carrera en uno u otro país. Esta experiencia no sólo enriquece su formación personal y profesional, sino que, al regresar a sus países de origen, estos jóvenes se convierten en embajadores de buena voluntad de las naciones que los acogieron. Países como Australia, Canadá y Holanda lo entendieron a tiempo: desarrollaron programas educativos de talla internacional y atraen decenas de miles de estudiantes al año, consolidando una fuente sólida de innovación, proyección global y recursos adicionales.
Costa Rica tiene todas las condiciones para convertirse en un gran destino académico del hemisferio occidental. Cinco universidades públicas y más de cuarenta privadas; nuestra estabilidad política; nuestra posición geográfica; nuestra rica biodiversidad, nuestra cultura de paz y nuestra trayectoria ambiental pueden convertirse en la base para un ambicioso programa de atracción de talento joven.
Nuestros estudiantes nacionales también ganarían mucho al poder interactuar con los estudianes extranjeros: la exposición a diferentes idiomas; el familiarizarse con otras culturas y poder intercambiar conocimientos, sin duda preparía a los nuestros para el mundo globalizado en que vivimos.
Decía mi padre, don Pepe, que “la única manera de hacer las cosas, es haciéndolas!” Esta iniciativa requiere un Programa Internacional Académico, ojalá en forma de una alianza público privada entre todas las universidades. Además de los beneficios ya mencionados, un programa como este:
- Refuerza la marca Costa Rica como país pacífico, democrático, verde y abierto al mundo.
- Permite la creación de una carrera que combine teoría y práctica en temas como energía solar, eólica, geotérmica y bioenergía, complementado con políticas públicas que promuevan la sostenibilidad.
- Facilita alianzas estratégicas con universidades del mundo con el objetivo de ofrecer nuevas carreras académicas en nuestro país.
- Fomenta la construcción de infraestructura de vivienda estudiantil que puede ayudar a muchas familias económicamente alquilando un cuarto, o un pequeño apartamento.
- Promueve programas de voluntariado, cultura y naturaleza, para que los estudiantes extranjeros vivan intensamente la experiencia costarricense.
No sería la primera vez que una nación pequeña convierte una coyuntura internacional en trampolín para su desarrollo. Irlanda, en los años 90s, desarrolló una agresiva estrategia de atracción de empresas tecnológicas apoyada en universidades flexibles y bilingües. Como Presidente tuve que competir con Irlanda para atraer a INTEL. Hoy Irlanda es sede europea de gigantes como Google, Apple y Facebook. Otro caso aún más ejemplar es el de Singapur. A pesar de no contar con recursos naturales, apostó por la educación como columna vertebral de su modelo de desarrollo. Invirtió en universidades de excelencia como la National University of Singapore (NUS) y la Nanyang Technological University (NTU), que hoy figuran entre las mejores del mundo. Promovió programas de doble titulación con universidades estadounidenses y europeas, atrajo estudiantes y profesores extranjeros y creó un entorno urbano eficiente y seguro que convirtió a ese país en referente asiático de innovación, ciencia y tecnología.
Singapur entendió que el conocimiento no ocupa espacio, pero genera riqueza, soberanía y proyección internacional. Costa Rica puede hacer lo mismo en América Latina y el Caribe. Con nuestro legado democrático y nuestra vocación ambiental podemos dar un salto en el campo académico. Pero debemos movernos ya. La ventana de oportunidad es corta y otros países también la están viendo.
Convertir visión en acción
La historia nos enseña que los grandes avances surgen en tiempos de incertidumbre. La medida de cerrarle las puertas a estudiantes extranjeros de universidades en Estados Unidos, puede parecer a primera vista, ajena a nosotros. Pero la podemos convertir en una invitación para que Costa Rica llegue a ser en un centro académico de clase mundial, un crisol donde confluyan jóvenes de todos los rincones del planeta para aprender, compartir y crear.
Si lo hacemos bien, no solo ganaremos ingresos y empleos. Ganaremos vínculos, innovación, prestigio. Ganaremos el corazón de miles de futuros líderes que habrán vivido, aprendido y soñado en nuestra tierra. No hay mejor embajador que un estudiante agradecido. No hay mejor inversión que el conocimiento compartido.
El futuro nos llama. Hagamos de Costa Rica un hogar académico para el talento global.
** Esta misma idea la propuse en el 2016, como uno de los ejes de un programa para avanzar rápidamente como país que en aquel entonces llamé “Ruta 2021”. Lo podrán ver en esta mi página web en la sección Librería Digital.
Referencia de imágenes:
Imagen de portada, tomada de https://news.harvard.edu/gazette/story/2022/05/embracing-the-moment/
Imagen al final del artículo, tomada de https://www.harvardmagazine.com/2025/05/harvard-commencement-2025-photo-album